Hablar de la Antártida es hablar de un lugar inhóspito, salvaje y prácticamente inexplorado, cuya historia está marcada a fuego por grandes leyendas de exploradores, que en algunos casos dejaron su vidas en su intento por conquistar este territorio virgen. Scott, Shackleton, Amundsen o alguno menos conocido como Nordenskjold, afrontaron el gran reto de adentrarse en el séptimo continente con distinta suerte. Así pues, difícil no sentir una incontrolable emoción cuando se afronta un viaje como este... El punto de partida sería Ushuaia, la considerada "Ciudad del Fin del Mundo", cuyo puerto alberga la gran mayoría de salidas con destino a la Antártida. Esta ciudad, la cual había visitado ya en 2011, está enclavada en un fantástico entorno natural, con los Andes Fueguinos dominando el paisaje, y que mejor prólogo al gran viaje antártico que explorar la zona al este de Ushuaia para ir abriendo boca. Vista aérea de los Andes Fueguinos con el Lago Fagnano en la parte superior derecha Para ello emprendí ruta a la zona del Lago Fagnano, el mayor de la región de Tierra del Fuego. Los paisajes que me iba encontrando de camino me resultaban familiares, tras haber recorrido la Patagonia con anterioridad, pero aún así no me canso de admirarlos. El Valle Tierra Mayor, con su colorida tundra y afilados picos, el paso Garibaldi y sus extraordinarias vistas sobre los lagos circundantes o el propio Fagnano bien merecen una escapada. El valle Tierra Mayor La magnífica cordillera en los alrededores de Ushuaia El 27 de noviembre era el día señalado para la salida hacia la Antártida. El recorrido habría de llevarnos hacia el Mar de Wedell, nombrado así en homenaje a su descubridor, el marino británico James Wedell que se adentró en estas aguas en 1823. Es una de las zonas más difíciles de navegar del continente antártico por el rápido movimiento de las enormes placas de hielo, como atestigua el hundimiento del barco "Endurance" capitaneado por Ernest Shackleton, el cual se vio atrapado en 1915 por grandes masas heladas que acabaron por destruirlo. El objetivo principal del viaje, aunque no el único, era llegar a las colonias de pingüino emperador en la isla Snow Hill, situada al este de la Península Antártica. El Ortelius un barco con el casco especialmente reforzado para afrontar las condiciones del Mar de Wedell, es el más indicado para este tipo de expediciones, Todo ello complementado con el hecho de poder llevar helicópteros a bordo que permitirían hacer sobrevuelos y aterrizar en zonas de otro modo inaccesibles. ![]() El mapa de la ruta antártica ![]() El barco Ortelius Lo que esperaba por delante eran dos días de navegación comenzando por el canal de Beagle y posteriormente en mar abierto por el temido Pasaje de Drake, considerado uno de los pasos marítimos más turbulentos del planeta. Aquí las corrientes subantárticas no encuentran oposición y generan vientos de gran intensidad, provocando oleajes no aptos para quienes sufren mareos en alta mar. Previamente la navegación por el mítico canal de Beagle nos llevaría a Puerto Williams, donde los helicópteros se unirían a la expedición. En 2011 tuve la ocasión de visitar esta curiosa población, aún más austral que Ushuaia, y no exenta de atractivos, como el magnífico museo antropológico o la increíble ruta de montaña llamada "Dientes del Navarino", en mi opinión una de las más impresionantes de toda la Patagonia. Pero en esta ocasión no había tiempo para detenerse en Puerto Williams y tras recibir a los helicópteros continuamos ruta por el Canal, encontrándonos a nuestro paso con el barco hundido "Logos", que en 1988 encayó en esta zona de forma muy desafortunada. El barco "Logos" hundido en el canal de Beagle Navegando el Pasaje de Drake A simple vista, 2 días de navegación con el mar picado y tormentas de nieve no parece excesivamente atractivo, pero nada más lejos de la realidad, ya que el propio mar nos brindó un espectáculo increíble con olas de 8 metros saltando por encima de la proa y llegando hasta el puente del buque.. Lo que a priori podíamos esperar del Pasaje de Drake...A nuestro encuentro saldrían petreles gigantes y antárticos, ballenas jorobadas en su trayecto migratorio hacia el sur o los majestuosos albatros. Albatros tiznado en el Pasaje de Drake Petrel plateado Los primeros atisbos de tierra se adivinaban entre la niebla al acercarnos a las Islas Shetland del Sur, las cuales atravesaríamos por el estrecho de Nelson, adentrándonos en el paso de Bransfield donde nos encontraríamos con los primeros icebergs a la deriva, algo que irremediablemente te empuja a salir a cubierta y no volver a entrar al interior del barco durante horas...La luz iba adquiriendo una belleza de tonos casi irreal y a medida que los icebergs iban apareciendo el escenario se volvía increíblemente sobrecogedor. Atardeceres imposibles sobre los icebergs tabulares Nuestro próximo objetivo sería atravesar el Estrecho Antártico para llegar al Mar de Wedell, donde todo es imprevisible. El capitán y los líderes de expedición tratan en todo momento de tener una predicción aproximada del estado del hielo, con imágenes satelitales y previsiones meteorológicas, pero aún así, aquí en el gran continente blanco todo puede cambiar en cuestión de minutos... Y la suerte parece que nos acompañaría en lo que respecta al hielo marino, ya que adentrándonos en el Golfo Erebus y Terror (nombrado así en homenaje a la expedición antártica de James Clark Ross entre 1839 y 1843) pudimos comprobar que se encontraba lo suficientemente libre de hielo para permitirnos seguir avanzando en dirección a Snow Hill Island. El sendero de hielo marino en el Golfo Erebus y Terror Y el hielo marino nos detuvo a la altura del glaciar Howarth, en el estrecho que divide las islas Snow Hill y James Clark Ross, donde el capitán encallaría el buque sobre la capa de hielo. Habíamos llegado más lejos de lo que se podía preveer, ya que en años anteriores se habían tenido que quedar mucho más al norte, incluso en la entrada del estrecho antártico. Desde cubierta pudimos ver las primeras focas cangrejeras en la distancia...y el primer pingüino emperador! Tras hacer noche en la zona, la mañana siguiente nos traería los primeros desembarcos en zodiac, que nos acercarían a la fauna circundante. El majestuoso pingüino emperador En la Antártida todo es impredecible, así que los planes cambian continuamente, condicionados por las fuerzas de la naturaleza. Tal es así que tras salir en zodiac por los canales al borde de la capa de hielo marina, sin apenas darnos cuenta, varios bloques de hielo nos cerraban el paso por detrás, dejándonos encerrados sin apenas posibilidad de reacción. Las corrientes marinas empujan estas grandes placas haciendo que se desplacen a gran velocidad, por lo que a pesar de nuestros intentos por salir a mar abierto, quedamos encallados en la banquisa helada sin opción de poder salir, En muy breve espacio de tiempo nuestra zodiac estaba sobre una gran superficie de hielo. Para sacarnos de allí el buque intentó empujar el hielo abriendo un gran canal a su alrededor, pero resultó una solución baldía debido precisamente a la rapidez con que el hielo se movía a nuestro alrededor... Las zodiac encalladas en el hielo marino cerca de la isla Snow Hill Así mismo otras 3 zodiac corrieron la misma suerte, aunque se pudieron remolcar ayudándose unas a otras debido a su cercanía con la zona libre de hielo. Finalmente nuestra embarcación tuvo que ser remolcada con una cuerda lanzada desde el buque que nos acercaría a la escalinata para subir a bordo. Toda una aventura antártica que nos recordó que allí, como en otros muchos lugares, la naturaleza impone sus propias reglas... Y aunque pueda parecer que pasamos un mal trago, nada más lejos de la realidad, aquello se convirtió en una experiencia fascinante en un entorno mágico... Un petrel de las nieves devorando pescado sobre el hielo marino Con días larguísimos en esta época del año (hasta 19 horas de luz) aún quedaba tiempo para un merecido lunch y prepararnos para la siguiente gran aventura del viaje, el sobrevuelo en helicóptero para llegar a las colonias de pingüino emperador. Las condiciones de viento mejoraron, lo que hizo posible que los helicópteros pudieran operar. Tras un primer vuelo de exploración, los pilotos pudieron comprobar que el estado del hielo no era el óptimo para poder aterrizar sobre la masa helada, debido a la gran cantidad de grietas y lagunas que había, lo que suponía un riesgo muy elevado para poder llevar a cabo ese tipo de operación. La que había sido una buena noticia a la hora de llegar tan lejos a través del hielo marino, ahora se tornaba en nuestra contra...Aún así pudimos sobrevolar las colonias y disfrutar de la que ha sido una de las mejores experiencias viajeras de mi vida. Sobrevolar la gran masa helada es difícil de describir, tantas emociones juntas superan a cualquiera... Bloques de hielo marino desde las alturas Vista aérea de las colonias de pingüinos emperador ![]() Sobrevolando Admiralty Sound Tras un día inolvidable era hora de compartir una agradable cena con el resto de los pasajeros para rememorar los mejores momentos de una experiencia única en uno de los parajes más aislados y fascinantes de todo el planeta. Para el día siguiente y antes de abandonar la zona cercana a Snow Hill, los pilotos prepararon la operativa para otro vuelo en helicóptero, en esta ocasión hacia la isla de James Ross, un lugar extremadamente árido y azotado por vientos inclementes. Sobrevolando la Isla James Ross A la llegada a James Ross nos encontraríamos con un paisaje desolado de roca basáltica y volcánica que nadie relacionaría con el continente blanco. En cierto modo me recordaba a la Isla de Disko en Groenlandia por la forma de sus montañas, pero este lugar era mucho más desértico que aquel. Realizaríamos un trek por la zona para acercarnos al glaciar Hobbs, con vistas increíbles sobre la inmensidad de hielo marino y la isla Snow Hill. A mitad de camino nos encontramos con un hallazgo muy curioso, una foca leopardo momificada, algo que ocurre en ciertas áreas de la Antártida, como los Valles Secos en las proximidades del Estrecho de Mc Murdo, considerado el lugar más seco del planeta. Las condiciones secas y extremadamente frías de la zona hacen que los cadáveres de estos animales aparezcan casi intactos a pesar de llevar (según cálculos aproximados) unos 200 años muertos. Aún es un misterio para los científicos el hecho de que aparezcan en estas áreas alejadas del mar, el verdadero hábitat de estas focas. La foca leopardo momificada en la isla James Ross Aquí llegó el explorador sueco Nordenskjold con su tripulación y fue quien dio nombre a la isla. Es una sensación increíble darte cuenta que solo unos pocos han puesto el pie en este territorio... Contemplando la naturaleza en estado puro (James Ross Island) Tras cumplir nuestro objetivo de realizar nuestro segundo sobrevuelo en helicóptero era hora de emprender camino hacia el norte y viendo que las condiciones eran favorables intentaríamos desembarcar en Devil Island para ver las colonias de pingüinos Adelaida. Estos maravillosos seres, capaces de vivir en las condiciones más extremas del planeta, se encontraban en la época de cría, por lo que sería una magnífica oportunidad para observarlos en pleno proceso de incubación. Ya desde la lejanía se podían adivinar los millares de pingüinos que habitan en esta isla, ocupando todo el frente costero y parte de las laderas montañosas. Y el atardecer nos regaló momentos extraordinarios....Díficil describir la belleza de la luz en esta latitud...Tonos anaranjados, rosados, rojizos...cada minuto una nueva postal, una nueva sensación, todas ellas únicas... Quedaba pendiente hacer un desembarco en el continente antártico, el cual haríamos al día siguiente. Para ello nos dirigiríamos hacia Brown Bluff, una zona poblada de pingüinos y con un pasado geológico eminentemente volcánico. El tiempo, inmejorable, con un día radiante de sol que había que aprovechar al máximo. A la llegada pudimos observar como este paisaje rocoso de tonos marrones y bombas de lava contrastaba con el prístino color de los glaciares e icebergs circundantes. Brown Bluff, en el continente antártico Bombas de lava, tefra volcánica y paisaje desértico de Brown Bluff Brown Bluff es un lugar extraordinario para observar las colonias de pingüinos Adelaida y Papúa. En esta época del año no contábamos con ver a las crías nacidas, pero para nuestra sorpresa pudimos deleitarnos viendo a varios polluelos recién venidos al mundo. A nuestro alrededor grandes glaciares e icebergs en un entorno majestuoso. Pingüinos Papúa en Brown Bluff La belleza de las crías de pingüino Papúa recién nacidas Todavía quedaría tiempo para dirigirnos a la isla Gourdin, dado el magnífico clima del que gozábamos y tendríamos la oportunidad de acercarnos a los gigantescos icebergs tabulares que vagaban por los alrededores de la Península Tabarin. Estas enormes masas heladas se desprenden de los kilométricos campos de hielo antárticos, los mayores del planeta, y se quedan a la deriva durante años. Su tamaño hace pensar que son montañas cubiertas de nieve o islas, pero no son más que bloques de hielo cuya visión deja boquiabierto a cualquiera. La inmensidad de los icebergs tabulares La isla Gourdin es un paraíso de fauna salvaje donde hasta 4 especies de pingüinos encuentran su hábitat. Aquí nos encontramos con grandes colonias del pingüino barbijo y un encuentro inesperado, una preciosa foca de Wedell joven, apostada sobre las rocas. Estos extraordinarios mamíferos son los que habitan más al sur del planeta, llegando a sobrevivir en las condiciones extremas del estrecho de Mc Murdo, únicamente a unos 1.000 kms. del Polo Sur Geográfico. Son grandes nadadoras y llegan a profundidades de inmersión cercanas a 600 metros. Foca de Wedell en Gourdin Island, aún con cierto pelaje de la primera etapa de su vida Izqda. Pingüinos Barbijo en Gourdin. Dcha. Barbijos y Papúas conviviendo Todo una experiencia de contacto con la fauna antártica que nos dejaría un gran sabor de boca, una jornada casi inmejorable para los que amamos la vida salvaje... Resultaba complicado encontrar el "highlight" del día cuando debatíamos sobre ello a la hora de la cena, justo el momento en el que abandonaríamos las proximidades del continente para dirigirnos a la Isla Decepción, situada en el archipiélago de las Shetlands del Sur. La estación ballenera de Whaler's Bay, en la Isla Decepción Por la mañana bien temprano llegamos a la isla Decepción, un cráter volcánico semiabierto (solo hay 3 iguales en todo el planeta) y que aún es considerado un volcán activo. No obstante su actividad marcó la historia de este lugar. Durante el período que transcurrió de 1911 a 1913 se estableció aquí una estación ballenera, a la cual remolcaban los cuerpos de los cetáceos de los que extraían su grasa y aceite, un negocio próspero durante varias décadas. Aquí, al abrigo de la caldera volcánica, encontraban las condiciones ideales para arrastrar los cadáveres de las ballenas un vez arponeadas en alta mar, para posteriormente procesar la carne en los almacenes con el fin de obtener la mayor cantidad de aceite posible. Los tanques de procesamiento de aceite de ballena en Whaler's Bay Detrás de la estación ballenera se encuentra el hangar que mandó construir Sir Hubert Wilkins, un lugar importante en la historia de la exploración antártica ya que este australiano fue el primero en sobrevolar el continente helado en 1928. La Isla Decepción fue objeto de disputa territorial durante parte de la década de los 40 y finalmente fue abandonada tras una serie de erupciones volcánicas que enterraron con lodo y cenizas gran parte del asentamiento de Whaler's Bay. La naturaleza reclama su lugar en la Isla Decepción Restos del asentamiento semienterrado por la erupción de 1969 Un fantástico trek nos llevaría a lo largo de la playa hacia los acantilados marinos en uno de los laterales del cráter. Un paraje extraordinario que me recordaba en ocasiones a Islandia y en otras partes a las Islas Azores. Acantilados marinos en Isla Decepción Las condiciones habían empeorado súbitamente y se decidió cancelar el desembarco previsto en Telefon Bay, ya que las ventiscas de nieve se habían vuelto más intensas complicando de esta manera las operaciones con zodiacs. Es por ello que emprendimos ruta hacia el norte con la esperanza de poder llegar a Half Moon Bay y hacer nuestro último desembarco del recorrido. El paisaje que se abría a nuestro paso era simplemente sobrecogedor... Las islas Shetland del Sur muestran imponentes glaciares cayendo sobre las laderas de sus montañas y los afilados picos resisten la erosión de las fuerzas de la naturaleza, extremadamente duras en estas latitudes. Las increíbles Islas Shetlands del Sur, un punto fuerte de todo viaje antártico Desde la lejanía pudimos avistar la Estación científica argentina llamada Base Cámara, situada en la isla Livingston y tras hacer un reconocimiento de la zona se decidió que las condiciones eran buenas para el desembarco. Nos dirigiríamos a la isla Half Moon donde una colonia de aproximadamente 2.000 pingüinos barbijos nos darían la bienvenida. Otro lugar de una belleza indescriptible, rodeado de grandiosos glaciares y majestuosas montañas que hacen que el disparador de la cámara no encuentre respiro. Half Moon Bay, una verdadera joya natural Tras disfrutar de este maravilloso entorno, tocaba emprender camino al Paso de Drake a través del estrecho de Mc Farlane, no sin antes recibir un regalo de última hora...un grupo de ballenas jorobadas se dejaron ver en frente del barco en actitud juguetona, lo que nos permitió gozar de unos momentos inolvidables antes de abandonar territorio antártico. Las expectativas se habían superado con creces y este último "dulce" en forma de avistamiento de ballenas nos dejó con una amplia sonrisa a todos a bordo. Las últimas islas antes de afrontar la gran inmensidad del océano eran simplemente espectaculares. Grandes pináculos rocosos de origen volcánico se elevaban a nuestro paso, con columnas de basalto y cuevas marinas realmente fascinantes. Columnas basálticas en las Islas Shetland del Sur Nos quedarían por delante 2 días más de navegación por el Paso de Drake cubierto durante la mayor parte de la travesía por una espesa niebla, aunque esta vez algo más calmado que a la ida. Tiempo para el relax y para digerir la tormenta de sensaciones que había vivido en el Gran Continente Blanco, el rincón mas prístino, indómito y quizás más espectacular del planeta...
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